viernes, 20 de noviembre de 2015

Penal de Ocaña, de cómo un poquito de cada uno puede cambiar el mundo



          Acabo de llegar a casa de disfrutar de una obra excepcional, Penal de Ocaña,  galardonada y nominada en numerosas ocasiones, de la compañía Nao d’amores, que cumple su vigésimo aniversario el próximo año y que, encabezada por su directora Ana Zamora (también ampliamente reconocida) busca indagar en los orígenes del teatro, sin ánimo de hacerlo desde el punto de vista arqueológico, sino aproximando a cada momento actual esas letras que recogían los cimientos básicos de la moralidad y el sentimiento humano.  Ese teatro pre-barroco queda un poco de lado en esta producción, en la que como ellos mismos afirman, nos encontramos ante una nueva línea de trabajo: “Nao d’amores navegando hacia el presente” con elementos vinculados al mundo más contemporáneo. 


            Y con estas premisas llegamos a la obra, en un Teatro de la Estación que nos transporta a lo que el teatro era en su origen, a esos teatros griegos con un público a tres bandas donde no existe la “cuarta pared”, donde el intérprete se dirige directamente a ti, espectador, haciéndote entrar en la historia y vibrar con el sentimiento que desprende, buscando el objetivo del teatro, el unir al mundo para hablar de cosas, para compartir experiencias, recuerdos y esperanzas, y quizá también temores, por qué no…


            Con un piano, una maleta y una leve iluminación que va evolucionando en su minimalismo para situarnos en cada momento en el lugar de la acción se inicia nuestra historia.  Un diario que se convierte en partitura sobre la maleta de cartón, que la encargada de la música, Isabel Zamora, abre, curiosa, y que nos lleva a conocer la historia de María Josefa Canellada, una estudiante de Filosofía y Letras en el Madrid del 36, discípula de los mayores filósofos y filólogos del momento, colaboradora en el Centro de Estudios Históricos y en el Índice Literario Nacional, a quien el estallido de la guerra civil la llevó, en base a su propia moralidad y personalidad, a enrolarse como enfermera en un hospital, el hospital de Izquierda Republicana instalado en el Casino de Madrid.  En él, su función básica era atender a los heridos y así continuó cuando fue enviada al antiguo Penal de Ocaña, convertido en Hospital de sangre, donde su carácter la lleva a que, tras un periodo de “aguante” en el que su propia fuerza le hacía sobreponerse al sufrimiento diario, llegue un día donde el dolor por los muertos, por los desaparecidos y por la propia guerra la lleven a su propia desaparición, cumpliendo deberes morales que entendía vulnerados, y que nos llevan a la máxima que afirma que cada uno de nuestros actos quizá no haga cambiar el mundo, pero algo sí que cambia, no podemos quedarnos quietos


Más allá de orientaciones políticas, estamos ante una joya literaria de un cariz absolutamente pacifista, con una profundidad y un sentimiento que puede llevarte a que aflore una lágrima en tu rostro sin apenas darte cuenta.   

Esta historia de sufrimiento personal y moral llena de simbolismo (la esperanza, la vida, la luz…) está magistralmente interpretada por Eva Rufo (de amplia trayectoria en teatro –Kathie y el Hipopótamo, El perro del hortelano, El alcalde de Zalamea…- y televisión –donde actualmente la encontramos como Claudia de Francia en Carlos, rey emperador-), que da vida a la propia María Josefa Canellada, autora del diario donde recogía cada situación, cada acto, para que fuera conocido por  todos, no sólo por sus descendientes, sino por todo aquel que quisiera leerlos.  Pero no se encuentra sola en el escenario, sino acompañada por Isabel Zamora y su piano que, con piezas de Falla, Chopin, Ponce, Lázaro…un repertorio basado en las propias preferencias de la autora, va introduciendo esta historia real que en momentos puede llegar a convertirse en una especie de danza entre piano y protagonista.


Además he de señalar una cosa, el hecho de haber tenido la suerte de haber podido disfrutarla desde el escenario, a escasos metros de su protagonista, donde te habla mirándote a los ojos y transmitiéndote sus sensaciones, ha sido una experiencia maravillosa que hace que cambie absolutamente la percepción de la obra, sintiéndote como uno más.


Un ejercicio de sentimiento que llega a tocar la fibra sensible de cada uno de nosotros, llegando incluso a remover historias y recuerdos olvidados (que no deberían ser tales) en base a una historia real, de una superviviente que luchó por su moralidad y por actuar como ella pensaba que era justo y que merece ser conocida por todos. Aprovechad si podéis verla, actualmente de gira por España y en primavera temporada en el Teatro de la Abadía de Madrid. No os la perdáis.



PENAL DE OCAÑA
NAO D'AMORES

De María Josefa Canellada

Dirección.- Ana Zamora

Reparto:

Eva Rufo
Isabel Zamora (piano)


2 comentarios:

  1. A mi también me gustó mucho esta obra, pero no llegué a tiempo de coger sitio en las laterales. Enhorabuena por el articulo. Un saludo.

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  2. Gracias por comentar y por la enhorabuena! Me alegro de que también te gustase. Un saludo.

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