Acabo de llegar a casa de
disfrutar de una obra excepcional, Penal
de Ocaña, galardonada y nominada en
numerosas ocasiones, de la compañía Nao
d’amores, que cumple su vigésimo aniversario el próximo año y que,
encabezada por su directora Ana Zamora
(también ampliamente reconocida) busca indagar en los orígenes del teatro, sin
ánimo de hacerlo desde el punto de vista arqueológico, sino aproximando a cada
momento actual esas letras que recogían los cimientos básicos de la moralidad y
el sentimiento humano. Ese teatro
pre-barroco queda un poco de lado en esta producción, en la que como ellos mismos
afirman, nos encontramos ante una nueva línea de trabajo: “Nao d’amores navegando hacia el presente” con elementos vinculados
al mundo más contemporáneo.
Y con estas premisas llegamos a la obra, en un Teatro de la Estación que nos
transporta a lo que el teatro era en su origen, a esos teatros griegos con un
público a tres bandas donde no existe la “cuarta pared”, donde el intérprete se
dirige directamente a ti, espectador, haciéndote entrar en la historia y vibrar
con el sentimiento que desprende, buscando el objetivo del teatro, el unir al
mundo para hablar de cosas, para compartir experiencias, recuerdos y
esperanzas, y quizá también temores, por qué no…
Con un piano, una maleta y una leve iluminación que va evolucionando en su minimalismo para situarnos en cada momento en el lugar de la acción se inicia
nuestra historia. Un diario que se convierte en partitura sobre la
maleta de cartón, que la encargada de la música, Isabel Zamora, abre, curiosa, y que nos lleva a conocer la historia
de María Josefa Canellada, una estudiante
de Filosofía y Letras en el Madrid del 36, discípula de los mayores filósofos y
filólogos del momento, colaboradora en el Centro de Estudios Históricos y en el
Índice Literario Nacional, a quien el estallido de la guerra civil la llevó, en
base a su propia moralidad y personalidad, a enrolarse como enfermera en un
hospital, el hospital de Izquierda Republicana instalado en el Casino de
Madrid. En él, su función básica era
atender a los heridos y así continuó cuando fue enviada al antiguo Penal de Ocaña,
convertido en Hospital de sangre, donde su carácter la lleva a que, tras un
periodo de “aguante” en el que su propia fuerza le hacía sobreponerse al
sufrimiento diario, llegue un día donde el dolor por los muertos, por los
desaparecidos y por la propia guerra la lleven a su propia desaparición,
cumpliendo deberes morales que entendía vulnerados, y que nos llevan a la
máxima que afirma que cada uno de
nuestros actos quizá no haga cambiar el mundo, pero algo sí que cambia, no
podemos quedarnos quietos…
Más
allá de orientaciones políticas, estamos ante una joya literaria de un cariz absolutamente pacifista,
con una profundidad y un sentimiento que puede llevarte a que aflore una lágrima en tu rostro sin apenas darte cuenta.
Esta
historia de sufrimiento personal y moral llena de simbolismo (la esperanza, la
vida, la luz…) está magistralmente interpretada por Eva Rufo (de amplia trayectoria en teatro –Kathie y el Hipopótamo,
El perro del hortelano, El alcalde de Zalamea…- y televisión –donde actualmente
la encontramos como Claudia de Francia en Carlos, rey emperador-), que da vida
a la propia María Josefa Canellada,
autora del diario donde recogía cada situación, cada acto, para que fuera
conocido por todos, no sólo por sus descendientes,
sino por todo aquel que quisiera leerlos.
Pero no se encuentra sola en el escenario, sino acompañada por Isabel Zamora y su piano que, con piezas
de Falla, Chopin, Ponce, Lázaro…un repertorio basado en las propias
preferencias de la autora, va introduciendo esta historia real que en momentos
puede llegar a convertirse en una especie de danza entre piano y protagonista.
Además
he de señalar una cosa, el hecho de haber tenido la suerte de haber podido
disfrutarla desde el escenario, a escasos metros de su protagonista, donde te
habla mirándote a los ojos y transmitiéndote sus sensaciones, ha sido una
experiencia maravillosa que hace que cambie absolutamente la percepción de la obra,
sintiéndote como uno más.
Un
ejercicio de sentimiento que llega a tocar la fibra sensible de cada uno de
nosotros, llegando incluso a remover historias y recuerdos olvidados (que no
deberían ser tales) en base a una historia real, de una superviviente que luchó
por su moralidad y por actuar como ella pensaba que era justo y que merece ser
conocida por todos. Aprovechad si podéis verla, actualmente de gira por España
y en primavera temporada en el Teatro de la Abadía de Madrid. No os la perdáis.
PENAL DE OCAÑA
NAO D'AMORES
De María Josefa Canellada
Dirección.- Ana Zamora
Reparto:
Eva Rufo
Isabel Zamora (piano)
Web.- Penal de Ocaña
A mi también me gustó mucho esta obra, pero no llegué a tiempo de coger sitio en las laterales. Enhorabuena por el articulo. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por comentar y por la enhorabuena! Me alegro de que también te gustase. Un saludo.
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